Wednesday, May 27, 2009

Un viaje al corazón del imperio (en crisis)

Sobre un libro recientemente traducido

Un viaje al corazón del imperio (en crisis)

Por Demian Paredes

Es conocida la frase del filósofo norteamericano Jorge Santayana[1] “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”; en este sentido, la publicación que comentaremos es una buena “fuente” de experiencias históricas para recordar, tanto para el pueblo norteamericano (protagonista de los hechos que se narran en la publicación que comentaremos), como para los trabajadores y jóvenes de todo el mundo, en momentos en que la crisis económica mundial traerá mayores penurias y guerras. Hablamos de las grandes luchas contra la guerra en Vietnam, uno de los acontecimientos que pusieron en jaque al imperialismo norteamericano en los ‘70.

Se ha editado, con prólogo de Pablo Pozzi (docente de la UBA), Vietnam y las fantasías norteamericanas[2], de H. Bruce Franklin. Y es más que un libro sobre la “cultura” de una época. Es un libro que incluye investigación histórica, periodística, denuncias políticas y económicas contra esa gran ofensiva imperialista que realizó Estados Unidos en Vietnam; y todo contado de manera sencilla, en un lenguaje llano, por un protagonista de los mismos hechos (Franklin fue profesor universitario expulsado por realizar distintas actividades: desde charlas y marchas, hasta la militancia sobre las fábricas que proveían de productos químicos a la industria de guerra yanqui, repartiendo volantes explicando la situación de la guerra, y proponiendo a los obreros que boicotearan la producción –o que renunciaran a sus puestos de trabajo en señal de protesta-).

Franklin hablará en su trabajo de los 33 años de lucha del movimiento antiguerra: un movimiento pacifista, que luego irá tomando cada vez más una orientación antiimperialista.

“Allí donde la amnesia no ha funcionado para ocultar la guerra de Vietnam, se han fabricado fantasías para tergiversar la realidad”

Franklin explica: “La representación de la guerra de Vietnam que todavía prevalece en Estados Unidos a comienzos del siglo XXI está basada en una serie de fantasías que fueron originalmente construidas desde 1954 hasta la década del ’70. Éstas fueron luego elaboradas y embellecidas durante los años ’80 y ’90, especialmente bajo las administraciones de Reagan (1981-1989) y Bush (1989-1993)”[3]. Y agrega: “El derrotero cultural, que pasó de demonizar a los vietnamitas a finales de los ’70 a borrarlos por completo en la década de los ’90, quedó plasmado en las producciones de Hollywood. Mientras que el Premio de la Academia a la mejor película del año 1978 lo recibió El francotirador (The Deer Hunter), con sus imágenes que meticulosamente invertían los roles de víctima y victimario, la ganadora del Oscar como mejor película del año 1994 fue Forrest Gump, en la cual se proyecta un Vietman que consiste en una jungla deshabitada que, por razones desconocidas, dispara contra los soldados norteamericanos”[4]. Franklin informa a lo largo del libro cómo operó Hollywood, los cómics, las series de TV y los grandes medios de comunicación para lo que él llama “una militarización de la cultura”; es decir, cómo se prepara a un pueblo para que acepte la guerra, identificando a sus “enemigos”.

La historia de la oposición a la guerra

La oposición a la guerra comenzó muy temprano: cuando los soldados norteamericanos de repente se encontraron “… equipando y transportando a un ejército enemigo (el francés) para que invadiera el país: en 1945. Los estadounidenses también se opusieron en 1965, cuando el presidente Lyndon Johnson ordenó a los marines desembarcar en Da Nang y comenzar el bombardeo ininterrumpido de Vietnam del Norte. En 1964, cuando Johnson lanzó un bombardeo en ‘retaliación’ contra Vietnam del Norte, luego de una serie de ataques norteamericanos encubiertos por tierra, mar y aire. En 1963, cuando 19 000 combatientes norteamericanos estaban participando del conflicto y Washington orquestó el derrocamiento del dictador títere que había instalado en Saigón en 1954. En 1961, cuando el presidente John F. Kennedy comenzó la ‘Operación Hades’, una campaña de guerra química en gran escala. En 1954, cuando equipos de combate norteamericanos organizaban acciones encubiertas para apoyar al hombre que Washington había designado para gobernar Vietnam del Sur”[5].

En 1954, cuando el derrotado imperialismo francés le pasa “la posta” a los yanquis, llegarán “Miles de cartas y telegramas oponiéndose a la intervención de Estados Unidos (que) inundaron la Casa Blanca. Una división de la American Legion que contaba con 78 000 integrantes exigió que ‘Estados Unidos se abstenga de enviar a miembro alguno de las fuerzas armadas para participar como combatientes en la pelea por Indochina o el sudeste de Asia’. Hubo denuncias públicas que hablaban de ‘colonialismo’ e ‘imperialismo’”[6].

Confluencia y radicalización con el pueblo negro

Fanklin recuerda que, “en enero de 1965, un mes antes de que fuera asesinado, Malcom X denunció la guerra de Vietnam, situó a los africanos y a los afronorteamericanos en el mismo bando que ‘esos pequeños granjeros de arroz’ que habían derrotado al colonialismo francés, y predecía una derrota similar para ‘Sam’”[7]. Entre fines de los ’60 y principios de los ’70 hubo una radicalización del movimiento, donde los sectores de color aportaron los sectores más combativos[8]. El asesinato de Luther King, por ejemplo, provocó además la insurrección de unas 125 ciudades –recordemos que pocos meses antes de su muerte, Luther King había denunciado a “su país” por las políticas imperialistas[9]-. Tras el asesinato (abril de 1968), las insurrecciones urbanas se combinaron “ con la ofensiva del Tet, que alguna semanas antes había golpeado a unas cien ciudades y pueblos en Vietnam del Sur, este apogeo de las revueltas urbanas demostraría ser un acontecimiento decisivo en la historia de la guerra de Vietnam”[10].

La guerra: en EEUU y en Vietnam

Hubo dos escenarios de lucha: Indochina y los propios EE.UU. Respecto a este último Franklin comenta: “Un dilema que se le planteó de continuo al movimiento antiguerra en Estados Unidos fue la dificultad de hallar formas de trascender la protesta verbal y los actos simbólicos y pasar al terreno de las acciones que pudieran obstaculizar realmente el esfuerzo bélico. Los soldados en Vietnam no tenían ese problema. Los actos individuales de rebelión, que iban desde la deserción y el sabotaje hasta provocar heridas, e incluso matar a aquellos oficiales que ordenaban las riesgosas misiones militares de búsqueda y destrucción, se intensificaron hasta dar lugar a motines y a una resistencia en gran escala”[11]. Así, Estados Unidos tuvo “dos frentes de guerra”, y perdió en ambos. Sin embargo, a lo largo de las décadas siguientes, fue alterando con los monopolios culturales y mediáticos la “percepción de la realidad”, para (intentar) dejar en el olvido la derrota estrepitosa en Vietnam, y al mismo tiempo disfrazar lo que fue una enorme rebelión juvenil, popular y de minorías (como los negros), en un episodio de lo que habría sido una “rebeldía antipatriótica” que trabó los “nobles” esfuerzos de guerra norteamericanos.

Así lo explica Franklin:

“Estaban cambiando la percepción de los estadounidenses sobre la guerra. Las imágenes genuinas aparecidas en las revistas y transmitidas por la televisión, que mostraban a los aldeanos masacrados, los niños quemados por el napalm, los prisioneros vietnamitas sometidos a torturas y asesinatos, los soldados norteamericanos aullando en sus estertores de muerte y los centenares de bolsas conteniendo cadáveres en el momento de ser embarcadas de retorno a casa, estaban siendo reemplazadas por imágenes simuladas de prisioneros de guerra norteamericanos a merced de los pérfidos comunistas asiáticos”[12].

Franklin esboza esta suerte de conclusión: “En última instancia, el ascenso insurreccional en el seno de las fuerzas armadas, inspirado y dirigido por las rebeliones afro-norteamericanas, iba a garantizar la victoria de los revolucionarios vietnamitas, como muchas autoridades militares norteamericanas reconocerían. En este sentido, la guerra en Estados Unidos se trasladó a Vietnam. Pero a pesar de la profunda crisis nacional del año 1968, el movimiento demostró no ser capaz de lanzar, a partir de la guerra en el país, un movimiento sustentable para transformar la estructura económica y política de la sociedad norteamericana, y mucho menos una revolución”[13].

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La crisis económica capitalista, con epicentro en los Estados Unidos, empujará a las masas a retomar lo que quedó inconcluso entonces. Volverán las grandes luchas de sindicatos, jóvenes, minorías y sectores oprimidos; y también revueltas y rebeliones entre las capas más bajas del ejército imperialista –conformada por un gran sector de negros y latinos-. El libro de Franklin muestra parte de una historia poco conocida –una historia de luchas y rebeliones antiimperialistas-, fundamental para hacer un balance y trazar nuevas perspectivas.

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El libro de H. Bruce Franklin, Vietnam y las fantasías norteamericanas, se puede conseguir en el Instituto del Pensamiento Socialista (IPS) “Karl Marx”: Riobamba 144, Ciudad de Buenos Aires.


[1] (1863-1952). Su nombre completo es Jorge Augustín Nicolás Ruiz de Santayana. Filósofo, poeta y novelista estadounidense de origen español.

[2] Bs. As., Final Abierto, 2008.

[3] P. 70.

[4] P. 77. “Una negación más sutil y sofisticada de la existencia tangible del pueblo de Vietnam y de la guerra de Vietnam viene de la mano de expresiones tales como ‘irreal’, ‘incognoscible’, ‘incomprensible’, ‘loca’ o ‘ajena’. Asumiendo una definición de nosotros los norteamericanos como descendientes de los inmigrantes europeos, para quienes todos los pueblos de color eran lo ajeno o extraño, y apoyándose en las concepciones anglonorteamericanas de lo ‘oriental’ como algo ‘inescrutable’, estas etiquetas calzan muy bien en las teorías de moda en el siglo XX que rechazaron cualquier narrativa coherente y sistemática como anacrónicas, en nombre de una nueva era ‘posmoderna’ (ídem.).

[5] P. 108. “El 2 de noviembre (de 1945), los 88 suboficiales que componían la tripulación del Pachaug Victory redactaron una carta de protesta que enviaron a la Administración Naviera de Guerra en Washington. Más tarde, ese mismo mes, los tripulantes del Winchester Victory enviaron este cablegrama al presidente Harry Truman y al senador Robert Wagner de Nueva York: ‘Nosotros, el personal subalterno (esto es, no miembros del cuerpo de oficiales) del S.S. Winchester Victory, protestamos enérgicamente contra el uso de éste y otros navíos norteamericanos para transportar tropas de combate extranjeras a territorio extranjero, con el propósito de lanzar hostilidades para sostener las políticas imperialistas de gobiernos extranjeros cuando hay soldados norteamericanos esperando para regresar al hogar. Requerimos una inmediata investigación del congreso sobre este asunto’. Al llegar a Vietnam, donde quedaron atónitos al ser saludados por soldados japoneses que habían sido recientemente armados de nuevo por los británicos para reprimir a los vietnamitas, las tripulaciones completas de cuatro barcos de transporte de tropas se reunieron en Saigón y redactaron una resolución condenando al gobierno norteamericano por usar sus propios barcos para transportar tropas ‘que buscan someter a la población nativa’ de Vietnam (pp. 109 y 110).

[6] P. 111.

[7] P. 122.

[8] Franklin comenta que “En 1968, docenas de soldados negros, muchos de ellos veteranos de Vietnam, fueron arrestados y juzgados ante una corte marcial por rehusarse a movilizarse contra manifestantes que protestaban contra la guerra afuera del Anfiteatro de Chicago, durante la convención del Partido Demócrata” (p. 123).

[9] Recientemente, cuando la asunción de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, cientos de artículos recordaban el discurso de 1963 “Tengo un sueño”, de Luther King. Pero nadie recuerda que en 1967 “Luther King vinculó la violencia en los ghettos directamente con al guerra de Vietnam, declarando: ‘No puedo volver a alzar mi voz contra a violencia de los oprimidos en los ghettos sin haberme claramente dirigido primero al mayor perpetrador de violencia en el mundo hoy: mi propio gobierno’” (p. 122).

[10] P. 122.

[11] Pp. 128 y 129. “La resistencia (en el ejército yanqui) adoptó otra forma tan difundida que dio origen a una nueva palabra en la lengua inglesa: ‘fragging’. Tomó originalmente su nombre de las granadas de fragmentación y fue rápidamente aplicado a cualquier método usado para matar a los oficiales o suboficiales. El ‘fragging’ desarrolló sus propios rituales, usos e idiosincrasia, comprendidos por todos. Aquellos oficiales que ponían en riesgo a sus hombres en forma irresponsable o bien los insultaban, recibían una advertencia o dos que consistía en una granada desactivada. El paso siguiente sería arrojarles una granada al cuerpo o bien alojarla en una trampa cazabobos. Para mediados de 1972, el Pentágono reconocía que había habido 551 incidentes de ‘fragging’ con dispositivos explosivos, con un saldo de 86 muertos y más de 700 heridos. Estas cifras, sin lugar a dudas, daban cuenta sólo de una parte de los hechos, y no incluían un método común y menos conspicuo de asesinar a aquellos oficiales impopulares: disparos de fusil, a menudo en medio del combate” (pp. 129 y 130).

Dice Franklin sobre los estudiantes: “Ciertamente, el movimiento contra la guerra en los campus universitarios fue espectacular. Las clases de protesta de la primavera de 1965 se extendieron a cientos de campus, contando probablemente con la participación de centenares de miles de estudiantes. Hacia finales de la década de 1960, millones de estudiantes participaban en forma intermitente en actividades contra la guerra que iban desde petitorios y marchas a la luz de las velas, hasta la quema de centros de reclutamiento, sufriendo el arresto en prisión por resistencia al reclutamiento. En mayo de 1970, la invasión a Camboya desencadenó la mayor protesta del movimiento estudiantil de toda la historia norteamericana, una huelga que condujo al cierre de campus universitarios, así como también al fusilamiento de estudiantes por efectivos de la Guardia Nacional en la Kent State University de Ohio (donde cuatro estudiantes fueron asesinados y nueve resultaron heridos), y por soldados federales en Jackson State en Mississippi (donde dos estudiantes resultaron muertos y al menso doce resultaron heridos)” (p. 120).

[12] P. 340.

[13] P. 205.



Foto: Magnum Photos

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